Con la victoria de Yamandú Orsi en las elecciones presidenciales de este pasado domingo en Uruguay, finalizan los procesos electorales del presente año en el continente americano, en lo que consideramos el ecuador del ciclo electoral 2023-2026.
En 2023, ya se sometieron al escrutinio público los respectivos ejecutivos del Paraguay, Guatemala, Ecuador y Argentina.
Y sólo en el presente 2024, se han llevado a cabo nuevas elecciones presidenciales en El Salvador, Panamá, República Dominicana, México, Venezuela y Uruguay. A la par de los Estados Unidos, donde como pudimos apreciar, el voto latino fue determinante para la victoria del (45 y) 47 Presidente Donald J. Trump.
Si en esa misma dirección ampliamos el espectro a la comunidad iberoamericana que analizábamos recientemente, España y Andorra también tuvieron sus respectivas generales el pasado 2023, y Portugal proclamó nuevo Primer Ministro en el presente 2024.
Por tanto, podemos apreciar la multiplicidad de comicios electorales llevados a cabo en toda la región, en un ciclo electoral al que aún le quedan nueve presidenciales de peso en los dos próximos años.
Empezando por 2025, Bolivia, Chile y Honduras, y nuevamente Ecuador -tan sólo 18 meses después de la “muerte cruzada”-, estarán llamadas de nuevo a las urnas.
A ellas se sumarán, eso sí, elecciones en una batería ingente de países en la región de menor peso estratégico, menor tamaño y que no son ni de habla hispana o portuguesa. Hablamos de Jamaica, Haití, Belice, Guyana y Surinam, todas ellas llamadas a las urnas en 2025.
Llegados al ecuador de este nuevo ciclo electoral, consideramos relevante compartir cuáles son las principales características del mismo, con el objetivo de anticipar que nos viene por delante:
1. La tendencia del “cambio”. La alternancia al frente de los países expuestos establecen nuevos actores y equilibrios regionales, y no sólo por el cambio del máximo responsable al frente de cada respectivo ejecutivo. La elección del nuevo Presidente del Uruguay, refuerza la tendencia que se ha venido siguiendo en el período saliente de apostar por cambios no sólo de Presidentes, sino también de las formaciones políticas al frente de cada respectivo Gobierno.
Tan sólo el Paraguay (la hegemonía Colorada), El Salvador (efecto Bukele), República Dominicana (Gobierno Abinader) y México (consolidación MORENA), mantienen a “los suyos” al frente de los respectivos Gobiernos tras el paso por las urnas. Siendo a su vez El Salvador y República Dominicana, las dos únicas naciones en las que sus respectivos Presidentes se reeligieron con considerable contundencia tras la repetición electoral.
No es en vano que ambos hayan liderado los rankings de valoración en toda la región.
Del compendio de países mencionados, Venezuela y España serían casos a parte.
En el caso de “la tierra de Bolívar”, la polémica internacional está servida sobre el resultado de las elecciones.
Y en el caso español, es preciso recordar que justo fue el Partido Popular quién ganó la última elección, aunque no le resultó suficiente con quedar primero en las urnas para llegar a “la Moncloa”. En un sistema parlamentario -que no presidencial- como el español, la llave de la gobernabilidad siempre pasa por construir una mayoría parlamentaria. Y eso fue lo que finalmente lograría el PSOE, impidiendo la presidencia del popular Núñez Feijoó.
Por cierto, tanto en Portugal como Andorra, los actuales primeros ministros salidos de las urnas en 2023 y 2024, son de carácter liberal-conservador.
2. Los progresistas en horas bajas: El gigante Mexicano, Guatemala y Uruguay, son hoy las minorías progresistas salientes de las últimas elecciones.
Guatemala y más recientemente Uruguay, son la excepción que marca la regla con la victoria del bloque opositor progresista. En el caso guatemalteco, no exento de polémica. Y en contraposición para el caso uruguayo, reafirmando su salud democrática en una pacífica alternancia de Gobierno. No sólo por ser líder en índices de alfabetización o contra la corrupción, sino también por ser considerada la democracia de mayor calidad en todo el continente americano.
Por el contrario, en el caso del gigante mexicano -único país junto a Venezuela con largos mandatos de 6 años-, la revalida de MORENA al frente del Ejecutivo conlleva una connotación de mayor profundidad. A la finalización del presente período, el Movimiento de Regeneración Nacional que fundó el Presidente saliente (AMLO), se habrá traducido en un mínimo de 12 años continuados al frente de la presidencia de la República. Con una oposición que debe ahondar en su redefinición, la renovación de liderazgos entre los partidos tradicionales y ante la emergencia de nuevas formaciones que ya son una realidad a nivel nacional, el tablero mexicano merecería un análisis a parte para comprender no sólo el cambio de ciclo político, sino lo que podríamos llamar el cambio de época por el que apostó el país.
3.Viraje liberal – conservador: la irrupción del Covid19 tuvo como uno de los principales efectos electorales una “ola progresista” y la apuesta por un mayor intervencionismo estatal a la finalización del ciclo electoral anterior. Pero en contrario a dicho supuesto, el grueso de la región ha pivotado en este último ciclo hacia posiciones de mayor calado liberal-conservador.
Ya hemos visto los casos del Salvador y República Dominicana, donde los Presidentes Bukele y Abinader consiguieron claras reelecciones al frente de sus respectivos gobiernos. Ambos en primera vuelta, superando así el 50% de los votos ante todo el resto de contendientes existentes.
Profundizando en dicha dirección, la derecha política vive hoy una clara fase expansiva. Y no sólo por aquellos que consiguieron la alternancia política, sino también con aquellos que evitaron la pérdida de la corriente ideológica al frente del Ejecutivo.
Paraguay y Ecuador, son claros ejemplos de esto último gracias a una “política de bloques”. En el caso paraguayo, el hegemónico Partido Colorado borró toda opción de cambio imponiéndose de un modo claro a la concertación nacional de la práctica totalidad de la oposición ideológica.
Y en el caso del Ecuador, el jóven Noboa –Presidente más jóven de todo el continente– , consiguió el testigo del Presidente saliente Lasso, en un país que lleva ya mucho tiempo polarizado entre correistas y opositores al expresidente Correa, especialmente cuando se trata de “segundas vueltas”.
Ese es de hecho el principal reto que deberá abordar la oposición ecuatoriana en perspectiva a la pronta repetición electoral, tras un mandato express acotado a finalizar el período que originalmente le correspondía al expresidente Lasso. Dieciocho meses no dan para tanto. Y por ello se da por hecho que “el correísmo” pasará a segunda vuelta, y una vez ahí, se repetirá de nuevo la confrontación de bloques. Que ya llevó a Noboa al poder. Del mismo modo que, justo antes, aupó a Lasso a Carondelet.
Por el contrario, Argentina y Panamá, con pronunciadas diferencias socioculturales entre ambos países, pasaron página a gobiernos socialistas -al menos en cuanto a su autodefinición- con un mismo nexo en común entorno al personalismo por encima de la política de bloques. Del rockstar Martinelli -fundamental en la proclamación del Presidente Mulino-, a la emergencia del fenómeno Milei.
En esta misma dirección, sin poder catalogar al Partido Demócrata como una formación socialista, los Estados Unidos se unirían a esta última lógica expuesta con el golpe en la mesa de Donald J. Trump.
4. La inercia hacia el 2025: analizada ya la singularidad ecuatoriana, el argumentario terminado de exponer marca claras guías de lo que pueda ocurrir con el resto de comicios previstos para el año entrante.
En el caso de Bolivia, el MAS afronta una ardua tarea para reelegirse al frente del ejecutivo. El partido de gobierno precisamente gana cuando mantiene a los suyos en bloque y confronta la tradicional dispersión de la oposición (Mesa, Áñez y Camacho, sin ir más lejos, en la última elección).
La división fratricida que afrontan actualmente la corriente oficialista del Presidente Arce y los partidarios del expresidente Morales, brinda una clara oportunidad al relevo electoral, si la oposición sabe entender como tomar ventaja en este escenario.
El caso de Chile, sin reelección presidencial, estará muy marcado por cuál sea la evolución del Gobierno Boric y la emergencia de una nueva figura en la izquierda chilena. Para evidencia, la última actualidad.
Mientras el oficialismo sufrió un severo varapalo en las recientes municipales -pasando de 150 a 110 alcaldías-, las elecciones a Gobernador de este pasado fin de semana dieron cierto oxígeno a los progresistas chilenos al mantener algunos de sus principales feudos y obtener 8 de las 16 en elección. La Región Metropolitana de Santiago como el más importante de ellos. Pero la lectura inversa, también ya está servida: la derecha chilena pasó de 1 a 6 gobernadores.
Por último, el supuesto de Honduras, comparte parte del ejemplo anterior. LIBRE consiguió su primera victoria y proclamar la primera Presidenta al frente de la República, aunando a una gran parte del voto útil de castigo al saliente Partido Nacional, y consiguiendo con ello quitar la posición de alternativa al tradicional Partido Liberal.
Pero precisamente hoy, el Partido Liberal, así como la figura clave de Salvador Nasralla -determinante en la victoria anterior de Libertad y Refundación-, son claros antagonistas al partido de gobierno, posicionados de un modo manifiesto en el bloque opositor.
Así pues, la previsión para estos tres próximo comicios salientes del ciclo electoral anterior, empieza a ser clara. Si los Ejecutivos progresistas terminan sus respectivos períodos con una buena valoración y aúnan el llamado “voto transformador” versus la dispersión y desmovilización opositora, podrán reelegirse. Toda alternativa a dicha situación, será terreno abonado inversamente proporcional para que siga ampliándose el actual viraje liberal-conservador.
Costa Rica, Perú, Colombia, Brasil y Nicaragua, todas ellas presidencias investidas en el anterior ciclo electoral y llamadas a las urnas en 2026, seguro tomarán nota de lo que ocurra en estos próximos comicios, cerrando así este ciclo electoral.