Iberoamérica – Los retos de la décima parte del mundo

 

Los últimos días han estado marcados por un fuerte carácter internacional trasatlántico. Brasil acoge estos días el nuevo encuentro anual del G20, pero tan sólo unos días atrás, Ecuador fue la anfitriona de una nueva Cumbre Iberoamericana que se efectúa con carácter bianual.

Así como en el G20 se reúnen las principales economías mundiales para debatir iniciativas económicas, políticas y sociales, catalogándose como el “principal foro de cooperación económica internacional”; el último encuentro Iberoamericano, terminó trascendiendo mediáticamente por la ausencia de la inmensa mayoría de los líderes convocados, bajo titulares de “las cumbres tocan fondo” entre “crítica relación entre los países latinoamericanos

Si hablamos de Iberoamerica en datos, no hablamos de algo menor. La suma de las 19 naciones latinoamericanas -a un lado del atlántico- y España, Portugal y Andorra, al “otro lado del charco”, representan a prácticamente una décima parte del mundo. No sólo por que todas las potencias juntas engloban a una cifra cercana al 10% de la población mundial (9.37% para ser más exactos). Sino también porqué la combinación de sus economías, representan hoy a cifra entorno a los 10.8 billones, equivaliendo al 9.82% del PIB mundial.

Por cierto, es bien sabido que el español es uno de los idiomas más hablados en el mundo. Según el Instituto Cervantes, una cifra entorno al 7.5% de la población mundial (600 millones) hablan dicha lengua. Si a ello le sumamos los cerca de 250 millones de habitantes que hablan el portugués (3% sobre el total), nuevamente nos encontramos entorno a esa cifra del 10% del mundo. Algo para nada baladí.

La importancia estratégica de dichos actores es por tanto trascendental. No sólo para el transcurso de sus respectivas economías. Sino especialmente para el conjunto de los intereses globales.

Si Iberoamérica actuase en su conjunto de un modo coordinado, podría ser referente mundial en diversos ámbitos como los sectores energéticos y de los recursos naturales, la agricultura y producción de alimentos o la biodiversidad y el turismo. Por no hablar de posiciones geoestratégicas, como el Canal de Panamá en el epicentro del continente americano, o “la puerta de entrada” al continente europeo al otro lado del atlántico.

Sin embargo, ese mismo “gigante”, aborda no pocos retos de carácter mayúsculo. Y no sólo de carácter coyuntural, como podrían explicar en el último supuesto ecuatoriano la cercana coincidencia del Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico que se efectuó en Lima o el G20 ya mencionado en Río de Janeiro, la tensa relación diplomática entre México y Ecuador y el posicionamiento adoptado por otras naciones vecinas al respecto, o los recientes desastres naturales que afectaron a países como Colombia y España, sin ir más lejos.

En esta ocasión hablamos de cuestiones estructurales. Y es precisamente la capacidad de dar una respuesta a estas tesituras, lo que debería otorgar un papel trascendental a la idea iberoamericana que, como hablásemos, representa a esa décima parte del mundo.

El último latinobarómetro publicado (2023) -el estudio de opinión efectuado con carácter simultáneo en prácticamente todos las países latinoamericanos- ya llevaba por título “la recesión democrática de América Latina”. En el último quinquenio, por primera vez en los últimos 30 años, ya es mayoría la población encuestada que no viene de acuerdo en que “la democracia es preferible” como la mejor forma de gobierno (pág. 19). En contraposición a un incremento sistemático en los últimos años de la población que afirma, sencillamente, que “le da lo mismo” cuál sea la forma de gobierno.

Ello refleja un sentir popular de tal nivel de desafección, que considera, sencillamente, que “gobierne quién gobierne” sus problemas seguirán sin resolverse, evidenciando una desconexión cada vez mayor entre gobernantes y gobernados.

Pero, ¿cuáles son esos problemas que alega la población latinoamericana? Sólo hay que echar un vistazo rápido a los estudios de opinión para entenderlo.

Un análisis agregado de la mayor parte de las dos primeras décadas del presente siglo XXI (Latinobarometros 2004-2018), ya evidenciaban una premisa absolutamente determinante: la población podrá evolucionar, pero sus problemas en conjunto persisten en el tiempo. Son “estructurales”.

 

 

Cómo el lector podrá apreciar, a la pregunta de cuál es el principal problema que afrenta el país, la inmensa mayoría de la población ha venido respondiendo sistemáticamente en el tiempo “los problemas económicos” (35%), seguidos de la “delincuencia y la inseguridad” (19%), la “situación política” (9%) y la “corrupción” (9%). Ese es el círculo vicioso que la población del gigante latinoamericano venía denunciando de un modo persistente en el tiempo. Aunque en el caso español, tampoco diste demasiado de esa situación como se pueda observar en cuáles son los principales problemas según el último barómetro del CIS, destacando los “problemas políticos”, los “problemas de índole económico”, y el “paro” en las primeras posiciones.

La población del gigante iberoamericano señala de un modo claro cuáles son las problemáticas que han venido persistiendo en lo estructural. Y es ahí, más allá de lo coyuntural y por encima de los conflictos que puedan persistir o aflorar cada dos años, cuando aprovechando la próxima XXX Cumbre que se efectuará el próximo 2026 en España, cuando más se debería aportar para provocar un punto de inflexión. Un trabajo sistemático y de fondo con carácter bianual que aflore y de visibilidad a las soluciones potenciales de los principales problemas expuestos sobrepasado el primer cuarto del siglo XXI, que culmine con un encuentro entre sus principales gobernantes donde avanzar del modo más transversal y colegiado posible en esas mismas direcciones.

Es la hora de los liderazgos para afianzar lazos y reforzar la posición estratégica de Iberoamérica, con la cuál poner en valor el peso de la décima parte del mundo.